Viaje a Aracena – 19
#relatos
Tres potentes chorros de luz cruzaban el escenario. De vez en cuando uno de los focos daba una rápida pasada por el patio, iluminando durante unos segundos los atentos rostros de los asistentes.
Se oyó un redoble de tambor y se hizo el silencio. En el tablado habían tendido un alambre de un extremo al otro, a varios metros de altura.
Apagaron dos focos. El tercero encuadró al funámbulo que sostenía un balancín. Cuando cesó el redoble, el acróbata se lanzó a recorrer el alambre con ágiles pasos. A mitad de camino se detuvo manteniendo el equilibrio durante un tiempo interminable. Sólo el contrapeso oscilaba ligeramente.
Era asombroso ver a ese hombre suspendido en el aire, controlando sus músculos y sus nervios, convocando nuestras miradas, como si de nuestra tenacidad visual dependiera el éxito de la función.
Enderezándose, el funámbulo alcanzó la otra punta. El público prorrumpió en aplausos…
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