Viaje a Aracena – 13
“No nos podemos quedar con los brazos cruzados” dijo Luisa después de que yo apagase el motor del seíta.
Me zumbaban los oídos. La desfigurada voz de Luisa penetró por ellos como un dardo, provocando cortocircuitos a su paso.
“¡No grites!” exclamé. “Nadie tiene la culpa de su indisposición” “Ya se le pasará” dijo Pedrote. Luisa puso cara de espanto y planteó en un tono desgarrador: “¿No os dais cuenta de que se va a quedar seca?”.
Pedrote y yo reaccionamos como si nos hubiese atacado un tábano enfurecido.
“¡Cállate!” “Sois dos malnacidos. Eso es lo que sois. Si estuvieseis en su lugar, no os gustaría que os dejasen tirados como a un perro. Pero como se trata de ella…”
Tenía punzadas en la cabeza. Fui a replicarle, pero se adelantó Pedrote. “Tú no estás en tus cabales” “¿Qué insinúas?” agregué yo.
Luisa tenía los ojos llorosos. Se sonó…
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