Sobre el mal (III)
183.-El agredido podía reaccionar de tres maneras. Podía abalanzarse sobre su agresor y darle su merecido, aunque para llevar a cabo este ajuste de cuentas era condición indispensable que fuese más fuerte, hábil o astuto. De no ser así se exponía a recibir ración doble, a sumar una humillación a otra.
Administrarle al memo malintencionado un par de buenas bofetadas habría sido una justa compensación, pero esta posibilidad no sólo estaba en relación con la fuerza o la destreza sino también con la disposición y el carácter. No todo el mundo es capaz de devolver ojo por ojo y diente por diente. A lo más que llegan algunos es a la defensa propia. No es probablemente la mayoría. Los mansos corderos escasean.
Si el humillado no es peleón ni vengativo, no reaccionará violentamente, pero tendrá que integrar esa experiencia negativa en su corpus mental y en su cuerpo físico…
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